Al principio cuando fui convertido y fui ordenado en la iglesia bautista, yo tuve un buen maestro llamado el doctor Roy Davis. Él era abogado antes de su conversión y él consideraba todo en la Biblia desde un punto de vista legal. Y recuerdo el primer sermón que yo prediqué. Predicaba sobre Sansón sometido por el enemigo. Bien, yo repetía allí y tenía mis propias manos atadas al poste. Y, oh, yo pasé a través de todas las emociones por las que yo suponía y creía que el predicador podía pasar. Y entonces noté al viejo doctor Davis sentado allí con su dedo puesto sobre su boca, sólo observándome… Y después que el servicio terminó, yo hice mi llamamiento al altar. Un grupo de ancianas vinieron y me daban palmaditas en el hombro. Ellas decían: “Oh Billy, eso fue maravilloso”. Y el doctor Davis dijo: “Quiero verte en la oficina”. Yo dije: “Si señor”. Él dijo: “Eso fue lo más ridículo que haya oído en mi vida”. Oh, eso realmente me desinfló. Así que le dije: “¿Cuál es el problema doctor Davis?.”
Él dijo: “Una vez cuando ejercía el derecho, fui y escuché el proceso de algunos casos. Cuando escuchaba los casos, observaba las emociones por las que pasaban los abogados. Cuando defendí mi primer caso después que fui juramentado ante el juez, me quité el saco. Y yo estaba defendiendo a una dama. Yo daba golpes sobre el escritorio, gritaba, caminaba de un lado a otro. Yo pensaba que tenía el caso ganado; que eso era todo de lo que se trataba. El viejo juez estaba allí sentado. Después de un rato, finalmente en su asiento dijo: “Juzgue usted su señoría, ¿cuánto más de esta ridiculez puede esta corte estar dispuesta a soportar?”.
Bien, él dijo: “Luego de sentir como si me hubieran azotado, salí de allí derrotado. Me fui a casa y me dije: “Bien estudiaré alguna otra cosa. Nunca seré un abogado”. Después de un rato alguien tocó a la puerta y no era otro sino el viejo abogado. Y él entró y dijo: “Roy te estuve observando. La razón por la que hice eso es porque yo quiero que seas un verdadero abogado. Yo sé que en ti está el ser un abogado, pero esta corte no toma decisiones basada en tu emoción mental. Tú tenías muchísima emoción mental, pero no tenías ningún artículo de la ley para basar tu defensa. Esa es la razón por la que dije eso”.
Y yo creo que eso es una cosa muy buena. Le dije: “Doctor Davis, se lo agradezco”. Él dijo: “Billy, en todas tus emociones, tu ir y venir y atar a Sansón al poste y azotarlo y sacarle los ojos, no tenías mucho de las Escrituras. Los hombres no son salvos por las emociones o por todas las historias tristes que tú cuentes. El hombre es salvo por la Palabra de Dios”. Eso ciertamente se estableció en mí. Desde entonces yo he llegado a esta conclusión, que Dios no nos juzga por nuestras emociones o por nuestras afiliaciones con la iglesia, sino que Él nos juzga por Su Palabra. Los cielos y la tierra pasarán pero la Palabra de Dios nunca pasará. Ahora, en el día en que estamos viviendo y los tiempos en los cuales estamos viviendo, pienso que nos es necesario revisar la Palabra de Dios y ver dónde y en cuál hora estamos viviendo.
57-0306 (e) Dios Guarda Su Palabra (Parte 1) (4-7)